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Pues sí, me he hecho adicta a este programa de la MTV, que se emite cada jueves por la noche. Normalmente no veo la televisión, pero este tipo de cosas me interesan porque me llama la atención todo lo que tenga que ver con el reality. Cada uno tiene sus cosas… Ayer, mientras estaba sentada frente al televisor, me puse a pensar acerca de mis propias experiencias acerca de conocer a alguien a través de un teclado y una pantalla y llegué a la conclusión que, el catfishing peor, no es encontrarte con que con quien has estado hablando durante días, meses, etc, no es quien decía ser, sino que el peor catfishing es cuando por fin ya conoces a esa persona, con el tiempo se descascarilla la imagen idealizada que se tenía de ella y da paso a otra cosa…. TOTALMENTE DIFERENTE. Como consumidora salvaje de las Redes Sociales, no negaré que en ciertos momentos de mi vida, tiré la caña en un mar de desconocidos a ver qué salía de todo aquello. Y tengo que decir que cuando recogí redes, lo que parecía que iba a ser, era (a priori). Quiero decir que las fotos y demás datos (formación, sitio donde trabajaba, etc.) eran reales. Otra cosa muy diferente es lo que venía después. Al principio es como todo, toda la carne en el asador… Hasta yo, que estoy haciendo esta reflexión, tengo que confesar que «he puesto la pose» para agradar al de enfrente. Pero claro, esto dura lo que dura. Y seamos sinceros, ni los actores son capaces de interpretar un papel toda una vida (bueno sí, Antonio Ferrandis, lo consiguió con «Chanquete»), así que, qué vamos a esperar del resto de los mortales. Y es cuando empiezan a aparecer esas cosillas… De mantener conversaciones de dos horas, a no llamar nunca. De ser una persona activa y que le encanta el deporte, a ser campeón/campeona de tumbing y amante del «perrea-perrea» De ser cederte el paso y abrir las puertas, a que casi te hagan una rinoplastia (gratis y sin anestesia). De «bonita», a «ésta» (odioso!) De «estás preciosa hoy» a «qué es eso que te has puesto?» De «cariño, ahora no» a «aparta besugo». Y más lindezas por el estilo. Como todo es un proceso, va ocurriendo de forma gradual, pero reconozcámoslo, al principio siempre encontramos la explicación perfecta para salvar os primeros «escalones», porque otra cosa no, pero al principio (periodo «carne en el asador») somos el colmo de la comprensión: se le ha complicado la reunión y por eso no llama (siendo un jueves a las 21 h), o este finde tiene le tocan los niños y está muy ocupado, no puede enviarme un Whatapp (no??), o tiene que ir a ayudar a su hermana con la obra de la cocina (partido de Champions anunciado a bombo y platillo por televisión o peliculón lacrimógeno digno de compartir con amigas)… Y ahí estamos, perennes pegados/as al teléfono esperando esa llamada o ese mensajito, para mandar otro de vuelta lleno de ternura y de ánimo y apoyo por todas arduas tareas que ha tenido que hacer la persona que nos vuelve locos. Así leído, me hace gracia. Normalmente, cuando leemos las reflexiones de otros que deciden contar en voz alta y que describen lo que nos pasa a TODOS, nos convertimos en esos perros que se ponían en la bandeja de atrás de los coches y que asentían a cada dos segundos, acompañando tan acompasado movimiento con una sonrisilla de complicidad y un «es verdad» cruzándose por nuestra cabeza. Lo rumiamos tres segundos y tras un lapsus de recolocamiento mental, cada uno vuelve a su lugar, a su catfish particular. Y como decía antes, esto dura lo que dura. No olvidemos que el catfish es un producto perecedero y finalmente deja de ser apetecible cuando ya huele o cuando tienes empacho de comer pescado tooooodos los días. Así que, queridos consumidores de pescado, no sé que es preferible, si recoger la red y encontrarte con un pez que no era el salmonazo que esperabas, en cuyo caso, lo devuelves al mar y Santas Pascuas, o llevarte el salmonazo y acabar descubriendo que mejor ni tomarlo por el peligro de la ingestión de anisakis. En cualquiera de los dos casos, pelillos a la mar… Y finalmente no te gusta, hazlo surimi!
Buena pesca!